A la misma hora en nuestra playa, llegamos con el cielo gris. Sin dudar nos metimos y a mami la dejan a su aire. Voy hasta las boyas, allí no se oye a nadie y el agua está más limpia. Miro hacia los lados y veo puntitos en el agua ¡llueve!, y como baja la niebla. A mitad de camino dudo, un azote en mi cuerpo y en mi alma, me golpean los sentimientos, exhalo un quejido y sigo, hoy sí puedo seguir; siempre sabiendo que están allí, mi familia. Nado justo en línea recta a ellos. Me pongo a flotar boca arriba sumergida en un mundo acuático, un mundo de silencio y lluvia que cae en mi cuerpo, el vaivén del mar, y me atrevo a abrir los ojos. Cuando está despejado nunca lo hago, pero las nubes están bajas y siento que si resbalara al cielo ellas me sostendrían. Así que los abrí sin miedo, y miré las nubes de varios grises, un mundo que forma parte de mi.
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