M vivía en un piso antiguo con grandes ventanales y suelos de madera. La madera crujía en algunas zonas y a M le encantaba ese ruido. Mientras cocinaba abría las puerta que daba a la terraza, que había adornado dando vida con geranios y jazmines.
En frente vivía X , trabajaba en casa y pasaba mucho tiempo sentado en su escritorio, lleno de libros , apuntes y un ordenador.
Si esto fuera una película romántica M y X se encontrarían en alguna escena exquisitamente detallada, como en un mercado de un precioso pueblo donde ni hay mucha gente ni nadie tira basura a la calle. Los protagonistas irían estupendos, bien vestidos y descansados. M llevaría el pelo fabuloso, y eso que ha sido un momento que tuvo que salir a por calabacines. M y X tomarían un café y ese sería el principio de una bonita historia de amor. Se que puedes escuchar alguna canción de fondo que acompañe esta escena, hemos crecido con esta mierda.
Si X fuera un acosador la cosa sería bien distinta. Su escritorio no estaría lleno de novelas Best Sellers que le pagan ese gran piso, sino de fotos de M semi desnuda que ha ido coleccionando de la vida sentimental de M en sus ventanales. Aquí a M la pintamos un poco más emputecida, porque claramente en parte su forma de ser y de vestir ha estado gritando ese acoso ¿no?. X tiene la parte de abajo de su mesa hecha un cuadro, ya me entendéis. Al día siguiente la persigue hasta el mercado, esta vez en un contexto más despiadado, agobiante, más de color gris. Por el camino M se pone a hablar por el móvil alegremente con su amiga de a dónde van a salir esta noche. X que le sigue con una capucha puesta en pleno agosto, toma nota del sitio, la hora y de su número de la seguridad social.
Esa noche mientras M bebe con su amiga, ligeramente menos atractiva y más desnuda, nuestro apreciado acosador las mira entre la marabunta. Todos bailan con colores alegres y brillantes, y allí está él de negro e inmóvil, sin apartar la vista.
Cuando M vaya al baño le pedirá a su amiga menos agraciada pero más libertina que le acompañe al servicio. Pero esta ha conocido a un cualquiera y le indica con la mano que vaya sola, que la deje en paz. A M de repente le entra un pálpito de sentirse observada, fíjate tú, debe ser el radar de los chupitos de tequila. Coge su bolso y se marcha sola a casa. Al llegar se le cae las llaves al suelo. Y nuestro acosador que sale de entre las sombras la ayuda y la deja marcharse, es un obsesivo y un acosador pero por suerte, no un asesino.
Ya en casa X se masturbará recreando la escena junto a ella, su proximidad, si perfume, su mirada. Si el tío es atractivo nos excitará un poco, a pesar de ser un puto trastornado.
Si M fuera en plan "La mano que mece la cuna", una histérica cuidadora de niños, se presentará en casa de X a pedir trabajo, se hará amiga de su mujer, una señora con clase pero más mayor que se dedica a las finanzas en su empresa familiar. Ojo al dato que es herencia de su padre. Como es tan desalmada que pasa tan poquísimo tiempo en casa con sus hijos M tiene vía libre para ir entrometiéndose en su vida. Danzará por las noches en camisón semitransparente para seducir a X cuando un día de estos baje a por un vaso de agua, y maquinará una entramada situación en la que la mujer se vuelve loca y ella se queda con su vida; X, los hijos y su salud mental.
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