La espera

M llevaba un vestido rojo ajustado de escote cuadrado, por encima de la rodilla, con una cremallera negra por la espalda, tacones negros (tacón medio, no queremos romperle la espalda a nadie) y pendientes de perlas blancas. Su pelo castaño plateado recogido con un moño de bailarina. Permanecía quieta junto a una mesita de café, en ella habían rosas rojas y un juego de tacitas de té. La habitación parecía sacada de las ilustraciones de Jane Austen; sus cuadros, lámparas y paredes empapeladas victorianas.
M miraba hacia afuera, a un balcón casi sobre el mar, se escuchaba el oleaje contra las rocas y el graznido de las gaviotas; algunas jugaban con el viento,  planeando y dejándose llevar. El atardecer las hacía aún más bellas en este cielo de Octubre, con un fondo de nubes rojizas.
 

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