Karma



X era una neurótica implacable. De niña la sociedad y el comportamiento humano no sintonizaban con los principios  de la verdad eterna de las ciencias puras. El cambio en los pareceres de las personas que no podía justificar la despistaban así que parte de sus amigos eran televisivos. Tantas horas frente a la tele le hizo percibir el mundo con unos principios morales y bondades propios del cine o de otra cosa que no era  el mundo en que vivía.  Todo ese universo empezó a desestructurarse cuando creció y tuvo que tratar con el mundo post universitario, y en especial supongo que con los funcionarios.

Como atea y a consecuencia de los desbarajustes entre mundo cinéfilo y realidad, su neurosis y los golpes de la vida la llevó a tal existencialismo que cuando iba a la cafetería pedía el café sin decir hola ni gracias. Tal era su forma agresiva-pasiva que a los fumadores que le echaban el humo en la mesa de la cafetería , en la terraza, los miraba mientras respiraba fuerte cuando le llegaba la bocanada de humo, mientras fijaba su mirada en ellos. Si iba al cine a los patea-asientos les respondía haciendo como que convulsionaba en la silla, y si alguien se le acercaba mucho en la guagua extendía el brazos y  lo pasaba por detrás de la espalda en el asiento de acompañante. Y de vuelta a casa si había un capullo mirándola lascivo, simulaba un baile break dance, algo insólito que simulado puede generar más desconcierto aún.

Para combatir las diferencias entre su mundo ideal y real, su incapacidad de conciliarlos y su ateísmo, empezó a analizar y darse cuenta  de que el karma la acechaba en cualquier esquina. Si algo le iba bien padecía un miedo atroz a manifestar su gratitud, porque una vez dicho todo se torcía.
Muy consciente de su superstición puso a prueba su teoría, y para asombro de los escépticos siempre se cumplía. Si había pasado un periodo en el que no enfermaba y guardaba los medicamentos, volvía enfermar. Si había conseguido algo importante relativamente fácil , cosa rara en este mundo, y se lo contaba a un amigo, no es que este muriese ni nada trágico, pero surgía un problema posterior con lo conseguido.
Si hacía una nueva amistad y empezaba a contar con su presencia, esta se marchaba a Londres o China, en principio creemos que no huyendo de ella. Esto era el colmo de un neurótico porque era poner a prueba el pensamiento irracional de que hay que sufrir para que las cosas salgan bien. En definitiva, nunca se alegraba demasiado por algo frente a la inminente amenaza de perderlo. Y por tanto, ante la idea de abrazar la felicidad en el presente , al abrazarla tan fuerte y aferrarse por temer a perderla, la ahogaba, a la felicidad,  desvaneciéndose.





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