Miraba el ocaso desde el borde del acantilado que azotado por el mar parecía contagiarle la valentía que necesitaba para permanecer firme sobre su ser. Había tardado mucho en llegar y pensaba en el tiempo. Un tiempo invertido en cada paso hasta ese instante, pasos pequeños y grandes, retrocesos y caídas; todo le conducía y situaba en este ahora, valerosa y libre por poder presenciar la puesta que el astro brillante nos regala cada día.
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Tus Palabras alumbran esta casa